sábado, 27 de agosto de 2016

JOSE RAFAEL FADRIQUE DE SILVA , DIRECTOR DEL MUSEO DEL PRADO ENTER 1826 Y 1838 .

                                            Resultado de imagen de JOSE RAFAEL FERNADEZ DE SILVA

(1776-1863). Director del Museo del Prado de 1826 a 1838. Fue también duque de Lécera, Almazán y Bourneville, así como conde-duque de Aliaga, marqués de Ornani, Almenara y Torres, además de conde de Belchite, Salinas, Ribadeo y Aranda. El 3 de marzo de 1826 sucedió a su tío, el marqués de Ariza, como director gubernativo y económico del Museo del Prado, continuando Vicente López como responsable artístico de la institución. 

En principio no parecía la persona más indicada para el cargo, al no co­nocérsele aficiones artísticas, pero supo orientarse rápidamente y actuó con tiento, dedicación y sentido común, sorteando con éxito algunos de los momentos más críticos de la historia del Museo. Continuando la línea de actuación de sus antecesores, centró su atención en el incremento de las colecciones y en completar la instalación de las salas de acuerdo con el plan trazado por el marqués de Santa Cruz. Así, el 22 de julio de 1826 solicitaba autorización para seleccionar nuevos cuadros de los reales sitios con destino a la pinacoteca. 

Cuatro meses más tarde iniciaba las gestiones para obtener el traslado, primero, de los veinticinco cuadros depositados en 1816 por el rey en la Academia de San Fernando y, poco después, de las treinta y cinco pinturas «deshonestas» de la Sala Reservada, obras que llegaron al Museo entre abril y mayo de 1827. También por iniciativa suya se incorporaron, en diciembre de 1829, las primeras esculturas a las colecciones del Museo del Prado. Paralelamente desarrolló una activa política de compras, e ingresó por este conducto obras como los dos tondos de Juan Vicente Masip [P849 y P851], La Coronación de la Virgen, de este mismo autor, o La Trinidad, de El Greco. Informado desde París de que la condesa de Chinchón ponía a la venta diversas obras de su colección, consiguió cerrar el trato para adquirir el Cristo crucificado, de Velázquez. 

El fallecimiento de la dama frustró la operación pero el cuadro llegaría finalmente al Museo en 1829 gracias a Joaquín José de Melgarejo, quien, como legatario de la pieza que desea­se de entre los bienes de su difunta cuñada, escogió la pintura en cuestión y la regaló a Fernando VII, abriendo de este modo la lista de donaciones recibidas por el Museo. Otras compras efectuadas en tiempos del duque de Híjar incluyen El triunfo de san Hermenegildo, de Francisco de Herrera el Mozo, y dos cuadros de José de Ribera, propiedad del marqués de Alcántara: La Inmaculada Concepción y San Agustín en oración. A la vez que se ocupaba del incremento de las colecciones, José Rafael Fadrique Fernández de Híjar preparaba la instalación de las nuevas salas. El 27 de diciembre de 1826 presentó su proyecto, desestimando la propuesta de remodelación de Vicente López y proponiendo mantener la pintura española en los salones en torno a la rotonda, en el cuerpo norte del edificio, destinar la galería central a la escuela italiana, ubicar la pintura francesa y alemana en el salón ochavado del pabellón septentrional, exponer las obras flamencas y holandesas en los dos grandes salones de ese mismo pabellón y ocupar parte de la planta baja con una selección de las esculturas.

 Aprobado el plan por Fernando VII el 5 de enero de 1827, las nuevas instalaciones se inauguraron en una primera fase el 19 de marzo de 1828, completándose la intervención en abril de 1830. Con la reapertura de las colecciones se amplió el número de días de visita pública a dos por semana (miércoles y sábado), facilitándose, además, el acceso a «viajeros» acreditados y a artistas los restantes días laborables. La muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de 1833 abrió un periodo de gran incertidumbre para el Museo, ya que, según su testamento, todos los objetos mueble, a excepción de joyas y piedras preciosas, eran considerados de libre disposición por parte de las herederas: la princesa Isabel y su hermana Luisa Fernanda. En consecuencia, al prepararse el inventario del patrimonio a repartir se incluyeron también las colecciones del Museo del Prado, cosa que hizo temer la división del mismo. 

Afortunadamente la solución adoptada fue la de adjudicar a Isabel II el conjunto de las obras del Museo e indemnizar en correspondencia a su hermana. La testamentaría del rey y la consiguiente división patrimonial fueron aprobadas el 21 de noviembre de 1834 por la Junta Suprema Patrimonial, aunque quedó en suspenso hasta la mayoría de edad de Isabel II. No hay constancia de quiénes fueron los responsables de la decisión al respecto del Museo, pero parece lógico suponer que tanto el duque de Híjar como el marqués de Santa Cruz, primer director del mismo, ambos albaceas testamentarios de Fernando VII, tuvieran mucho que ver en ello. Entre tanto, el duque de Híjar seguía preocupándose por mejorar las condiciones del establecimiento y el 18 de junio de 1835 in­formó de la urgencia de rehacer el emplomado de la techumbre y de habilitar almacenes donde conservar en condiciones el cerca de un millar de cuadros no expuestos, indicando explícitamente la conveniencia de colgarlos para poder controlarlos, en lugar de tenerlos hacinados y expuestos a los peligrosos roedores y a las humedades. También advertía de la necesidad de suplir la falta de cristales en ventanas y balcones. 

Sin embargo, la difícil situación económica, agravada por la Primera Guerra Carlista (1833-1839), no propiciaba inversiones culturales, sino más bien todo lo contrario. La tendencia general de contención del gasto afectó también a Palacio, que inició una reestructuración administrativa con objeto de centralizar el control financiero en la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio. Como consecuencia de ello, el 2 de junio de 1836 se creó la Junta Directiva del Museo que restaba facul­tades al director, a pesar de serle confiada su presidencia; actuaba de secretario el de la Mayordomía Mayor, y de contador el jefe de Contabilidad de la Real Casa, completándose el organismo con los pintores primero y segundo de cámara. Dos años más tarde, el 12 de agosto de 1838, la propia Junta Directiva fue disuelta y el duque de Híjar exonerado de su cargo. Le sustituyó José de Madrazo, que pasó a depender directamente de Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio, y se inició así un largo periodo en que la dirección del Museo del Prado estuvo confiada a pintores. 

Despojado de responsabilidades directas sobre la pinacoteca, el duque de Híjar aún le prestaría un gran servicio cuando, decretada la mayoría de edad de Isabel II (1843) y como presidente de la comisión encargada de revisar la testamentaría de Fernando VII, presentó en 1845 un proyecto de ley por el que se proponía vincular los objetos artísticos de los palacios rea­les y del Museo al patrimonio inalie­nable de la Corona. La inestabilidad política del país retrasó la aprobación de la ley hasta el 12 de mayo de 1865, dos años después del fallecimiento del duque.

Autor :  Santiago  Alcolea Blanch